viernes, 5 de octubre de 2012

CUENTO RICITOS DE ORO: JUDITH

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Ricitos De Oro:

Una tarde Ricitos de Oro salió al bosque a recoger flores, cuando vio una casita a lo lejos, fue hacía ella y entró.
Observo y vio que había una mesa con tres tazones, y fue a probar uno de ellos, pero estaba demasiado caliente y se quemo, probó el siguiente y uff, estaba demasiado frío, y al probar el tercer platito más pequeño aún que los demás, le gusto tanto que se lo comió entero.
Había también en la casita tres sillitas azules de igual tamaño que los tazones, intento sentarse en la grande pero no llegaba, luego lo intento también en la mediana pero era muy ancha y al intentar sentarse en la más pequeña, se quiso sentar con tanta fuerza que la rompió.
También entró en un cuarto donde había tres camas, la niña se acostó en la cama grande pero la encontró demasiado dura, después en la mediana pero también le pareció dura, y vio también una cama pequeña, se acostó y le pareció tan cómoda que se quedó dormida.
Y por la puerta de la casa entraron tres osos, el papa, la mama y el osito pequeño que era el hijo, estaban dando un paseo para que se le enfriara la comida y cuando entraron el papa oso gritó:
-¡Alguien ha probado mi comida!
Y la mama osa dijo más suave:
-¡Alguien ha probado mi comida!
Y el osito pequeño llorando dijo:
-¡Alguien se ha comido toda mi comida…!
La madre osa para calmar a su hijo le dijo que ahora iban a sentarse todos en sus sillitas cuando el padre gritó:
-¡Alguien se ha sentado en mi silla!
Y la mama un poco más suave gruño:
-¡Alguien se ha sentado en mi silla!
Y el pequeño oso lloro diciendo:
-Alguien se ha sentado en mi silla y la ha roto…!
Siguieron buscando por toda la casa y entraron a la habitación y el oso grande gritó:
-¡Alguien se ha tumbado en mi cama!
Y la madre osa dijo:
-¡Alguien se ha tumbado en mi cama!
Y el osito pequeño señalando a su cama dijo:
-¡Alguien está tumbado en mi cama!
Se despertó entonces la niña y al ver a los tres osos enfadados se asustó tanto que dio un brinco y salió de la cama.
Como estaba abierta una ventana de la casita, saltó por ella Ricitos de Oro, y corrió sin parar por el bosque hasta que encontró el camino de su casa.

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