BODAS
MARROQUÍES
Para la cultura islámica, el ritual del matrimonio constituye una parte fundamental e incuestionable de las tradiciones más arraigadas en estas sociedades. En países como Marruecos, este complejo ceremonial ha experimentado el peso de la modernidad, lo que ha conllevado la simplificación de las celebraciones que durante siglos practicaron sus ancestros.
¿Y como se traduce todo esto?. Pues, a simples rasgos, en una ‘occidentalización’ de las bodas que, para muchos, ha significado, la pérdida de algunos rasgos de identidad aunque, por fortuna, no traumática. Sin embargo, una característica que sigue conservándose de la ceremonia, (cada vez más reducida, todo hay que decirlo), es la unidad tan compacta que, sobre todo, durante este rito se percibe entre los familiares de cada uno de los consortes.
En Marruecos, las bodas están indisolublemente ligadas a la iniciación en la madurez de la novia. Para ello, será bañada en un hamman (baño árabe) para ser purificada y protegida por los yenun o genios. Es tal la importancia de estos primeros ritos matrimoniales que toda una corte de peluqueras, maquilladoras y modistas, agasajan a la novia para que luzca bella .
Otra característica de estas bodas son la decoración de las manos y pies a base de henna, una planta medicinal que forma parte de la cultura musulmana y que actúa como un talismán, para eliminar ‘el mal de ojo’. Es otra forma de despistar a los yenun con malas intenciones.
Aquí también funciona el simbolismo. La novia será embadurnada durante el día siguiente al hamman por una mujer especialista en estos menesteres que dibujará arabescos y caligrafías. Aunque antiguamente las novias se maquillaban con productos naturales como khol, el ghasul, el suak, el aceite de argana, y entre las fragancias, el almizcle, el agua de rosas, el jazmín, de un tiempo a esta parte, se decantan por el eye liner y los maquillajes compactos.
Y esperan otros tres días de celebraciones y fiestas sucesivas en cada casa, familia del novio y de la novia, amigos y conocidos, que dejan sus puertas abiertas como signo de hospitalidad. Todos quieren participar de este acontecimiento, en el que no faltan los tradicionales pasteles marroquíes que se sirven en tayins, (todos comen de la misma fuente), como representación de la unidad familiar. Con lo que se vuelve al mismo ciclo.
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