GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1936 – 39)
La Guerra Civil Española fue un conflicto social, político y militar que se desencadenó en España tras fracasar el golpe de estado del 17 y 18 de julio de 1936 llevado a cabo por una parte del ejército contra el gobierno de la Segunda República Española, y que se daría por terminada el 1 de abril de 1939 con el último parte de guerra firmado por Francisco Franco, declarando su victoria y estableciéndose una dictadura que duraría hasta 1975.
A las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y bando sublevado, también conocido como bando nacional por los vencedores.
El bando republicano estuvo constituido en torno al gobierno legítimo de España; el del Frente Popular, por una coalición de partidos marxistas, republicanos y nacionalistas, apoyado por el movimiento obrero, los sindicatos y los demócratas constitucionales.
El bando sublevado estuvo organizado en torno a gran parte del alto mando militar, institucionalizado en la Junta de Defensa Nacional y se apoyó en el partido fascista Falange Española, la Iglesia Católica y la derecha conservadora (monárquicos, cedistas y carlistas). Socialmente fue apoyado, principalmente, por aquellas clases más o menos privilegiadas hasta entonces, (burgueses no liberales, aristócratas, terratenientes o pequeños labradores propietarios, etc.) que tras la victoria en las urnas del Frente Popular veían peligrar su posición social o estaban temerosas del anticlericalismo y de un posible estallido de violencia del proletariado.
Las consecuencias de la Guerra civil han marcado en gran medida la historia posterior de España, por lo excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto las demográficas (aumento de la mortalidad y descenso de la natalidad que marcaron la pirámide de población durante generaciones) como las materiales (destrucción de las ciudades, la estructura económica, el patrimonio artístico), intelectuales (fin de la denominada Edad de Plata de las letras y ciencias españolas) y políticas (la represión en la retaguardia de ambas zonas —mantenida por los vencedores con mayor o menor intensidad durante todo el franquismo— y el exilio republicano), y que se perpetuaron mucho más allá de la prolongada posguerra, incluyendo la excepcionalidad geopolítica del mantenimiento del régimen de Franco hasta 1975.
La Guerra Civil
Española ha sido considerada en muchas ocasiones como el preámbulo de la Segunda Guerra Mundial, puesto que sirvió
de campo de pruebas para las potencias del Eje, además de que supuso un
desenlace entre las principales ideologías
políticas de carácter revolucionario y reaccionario,
que crecían en Europa
y que entrarían en conflicto poco después: el fascismo,
el constitucionalismo de tradición liberal
burguesa
y los diversos movimientos revolucionarios (socialistas,
comunistas,
anarquistas
y trotskistas).
De hecho, estas
divisiones ideológicas quedaron claramente marcadas al estallar la Guerra
Civil: los regímenes fascistas europeos (Alemania,
Italia)
y Portugal
apoyaron desde el principio a los militares sublevados. El Partido Comunista de España (PCE), miembro
de la Internacional Comunista, entendió que la
mejor forma de frenar la reacción golpista era a través del Frente
Popular que aglutinaba a todas las fuerzas de la izquierda política, incluidos los partidos de la
pequeña y mediana burguesía, para defender el funcionamiento democrático
parlamentario del Estado
por medio de la Constitución vigente, la Constitución de la República Española
de 1931. De esta forma, la República consiguió el apoyo de la URSS, que suministró
equipo bélico, y de las Brigadas Internacionales. El gobierno
republicano también recibió ayuda de México,
donde hacía poco había triunfado la Revolución mexicana.
Sin embargo,
los anarquistas de la CNT y los trotskistas del POUM rechazaron pactos con
la burguesía y defendieron que era mejor hacer la revolución a la par que la
guerra, defendiendo un modelo social libertario o un estado socialista (en
términos marxistas dictadura del proletariado), eliminando la coerción de
cualquier estructura jerárquica a través de una economía de carácter comunista
y autónomo, y una organización política basada en órganos de base y comités,
sintetizado todo ello en la consigna del comunismo libertario, aunque muchos
también aceptaron participar en el gobierno a finales de 1936.
Los partidos
nacionalistas se centraron en la defensa de su autonomía o en planteamientos
secesionistas. Muchos militares sublevados y los falangistas defendieron, en palabras del propio
Franco,
la implantación de un Estado totalitario. Los monárquicos pretendían
la vuelta de Alfonso XIII. Los carlistas
la implantación de la dinastía carlista, etc. En ambos bandos hubo intereses
encontrados.
Las democracias
occidentales, Francia,
el Reino Unido
y Estados
Unidos, decidieron mantenerse al margen, según unos en línea con su
política de no-confrontación con Alemania, según otros porque parecían preferir
la victoria de los sublevados. No obstante, el caso de Francia fue especial, ya
que estaba gobernada, al igual que España, por un Frente Popular. Al principio intentó
tímidamente ayudar a la República, a la que cobró unos 150 millones de dólares
en ayuda militar (aviones, pilotos, etc.), pero tuvo que someterse a las
directrices del Reino Unido y suspender esta ayuda.
En cualquier
caso, esta alineación de los diferentes países no hacía más que reflejar las
divisiones internas que también existían en la España de los años 1930
y que sólo pueden explicarse dentro de la evolución de la política y la
sociedad española en las primeras décadas del siglo XX.
El número de
víctimas civiles aún se discute, pero son muchos los que convienen en afirmar
que la cifra se situaría entre 500.000 y 1.000.000 de personas. Muchas de estas
muertes no fueron debidas a los combates, sino a la represión en forma de
ejecuciones sumarias y paseos. Esta se llevó a cabo en el bando
sublevado de manera sistemática y por orden de sus superiores, mientras en el
bando republicano se produjo de manera descontrolada en momentos en que el
gobierno perdió el control de las masas armadas. Los abusos se centraron en
todos aquellos sospechosos de simpatizar con el bando contrario. En el bando
sublevado se persiguió principalmente a sindicalistas
y políticos republicanos (tanto de izquierdas como de derechas), mientras en el
bando republicano esta represión se dirigió
hacia simpatizantes de la reacción o sospechosos de serlo y sacerdotes
de la Iglesia Católica, llegando a quemar conventos e
iglesias y asesinando a obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas. Es incalculable
la pérdida en el patrimonio histórico y artístico de la Iglesia Católica, pues
se destruyeron unos 20 000 edificios —entre ellos varias catedrales— incluyendo
su ornamentación (retablos e imágenes) y archivos.
Tras la guerra,
la represión franquista se cebó con el bando perdedor, iniciándose una limpieza
de la que fue llamada España Roja y de cualquier elemento relacionado
con la República, lo que condujo a muchos al exilio, la muerte, al robo de
bebés de padres republicanos que aún a día de hoy desconocen, en muchos casos,
su identidad. Durante ese tiempo, hablar de democracia, república o marxismo
era perseguible. La economía española tardaría décadas en
recuperarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario